Vicente Montes Gan: “El mundo es complejo y cambiarlo implica integrar la existencia de esas instituciones que condicionan nuestra vida y nuestra capacidad de cambio”

Director de la Fundación Rafael del Pino.
"Redes y tecnologías para el bien común. Reflexiones sobre los liderazgos ciudadanos y la acción colectiva en tiempos de disrupción tecnológica".

 

 

Es difícil abreviar un currículum y una trayectoria vital tan extensa como la de Vicente. Un posible resumen sería definirlo como un humanista convencido por la cantidad y variedad de su formación, experiencia e intereses. Gran parte de esa experiencia la adquirió en África. “Cada uno es de donde ha sido feliz”, afirma. dejando ver que guarda un buen recuerdo de ese continente.

Este líder de la sociedad civil sobre cuestiones relacionadas con el interés general es, entre otras cosas, director de la Fundación Rafael del Pino, académico de la Academia Europea de Ciencias y Artes, vicepresidente de la Asociación Española de Fundaciones y Patrono de AMREF Flying Doctors -Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2018-.

No es casualidad que la clase con Montes Gan se imparta al final del posgrado, pues, en palabras de Marta Rey García, directora del CESIS, “en esta sesión Vicente os va a transmitir muchas de las aspiraciones de lo que nos gustaría que fuese el legado de esta cátedra”. A lo largo de la exposición tuvimos ocasión de reflexionar sobre las motivaciones que subyacen al sentimiento de querer mejorar la sociedad en la que vivimos, o qué mueve a las personas que hacen que las redes que se tejen en la sociedad se mantengan. También nos cuestionamos acerca de qué condiciona nuestras vidas y, por tanto, nuestra capacidad de cambio y cómo se está orientando la capacidad de articular la inteligencia colectiva a cambiar el mundo persiguiendo el bien común gracias al apoyo de la tecnología (lo que facilita poder articularse para la acción cívica). “El término inteligencia colectiva en la era de la información implica que el saber de los demás también es nuestro saber y viceversa“.

Montes Gan compartió con los alumnos algunas de las reflexiones que se han obtenido de las investigaciones de la fundación en la que trabaja, que tiene como objetivos formar dirigentes, impulsar la iniciativa individual y contribuir a mejorar la salud y las condiciones de vida de los ciudadanos. En estos objetivos se encuadran sus investigaciones para entender cómo se activa la creación de una red de inteligencia colectiva que persiga el bien común y que sea estable en el tiempo. Todavía queda mucho por comprender de este tipo de redes. Durante la sesión se abordó el tema tratando de dejar a parte la óptica romántica con la que en general se aborda.

“Ver cómo se levanta una bandada de estorninos parece poético, pero detrás no hay más que la intención de defenderse sabiendo que para ello no podemos impedir a los demás avanzar”. Es un vuelo grupal como estrategia de supervivencia, ejecutada en perfecta sincronía. “Lo mismo ocurre con el cardumen, donde cada pez es superado por un ente superior que les ayuda a sobrevivir haciendo del todo algo más poderoso que la suma de las partes. Los humanos tenemos otras motivaciones distintas a las de estos animales; se trata, por tanto, de entenderlas para poder activar estas redes, pues somos la especie más capaz de articularse en red y de sentir empatía”. De sus investigaciones al respecto se ha podido deducir que además de confianza y cierto liderazgo, hace falta que exista el espacio para que, sin una jerarquía, de manera descentralizada, se orienten los esfuerzos a la resolución de un problema de forma directa sin intermediarios. También se ha concluido que en el contexto actual es importante la disponibilidad de datos y la tecnología.

Es en ese contexto de necesidad de datos, espacios y tecnología es donde el concepto de inteligencia artificial colectiva adquiere importancia, pues nos permite, gracias a los “artefactos” que nosotros mismos hemos creado (software, robots, algoritmos…), amplificar nuestras capacidades cognitivas permitiendo acciones masivas.

Organización en red

Aunar esfuerzos no deja de ser una organización en red. Las claves para entender una red son identificar el centro de poder, entender la interconexión entre los nodos y conocer la información que se procesa en cada nodo.

La organización en red puede ser jerárquica (red centralizada) o no jerárquica (red descentralizada y red distribuida). Las redes no jerárquicas son un modelo organizativo en el que las acciones provienen de acuerdos en lugar de dictarse por el mandato de una jerarquía. Un ejemplo que conocemos de redes no jerárquicas podrían ser las redes sociales. Actualmente, basándose en este tipo de organizaciones, se han desarrollado aplicaciones que permiten experimentar con nuevas formas de gobernanza y que exploran las posibilidades del mundo digital (metaverso) para que estas simulaciones de, por ejemplo, nuevas formas de justicia, de relación entre individuos de una comunidad, de voto… puedan tener aplicación en el mundo real. Algunas empresas han empezado a aplicar este tipo de organización en sus compañías, si bien son las menos.

Las redes no jerárquicas se caracterizan por la falta de una cadena de mando definida. En este tipo de redes, los miembros tienen igualdad de poder y autonomía para tomar decisiones y llevar a cabo acciones. Destacan por su capacidad de fomentar la creatividad y la innovación aplicándola a la solución de problemas. Como su punto más débil destaca la confusión que puede originar la falta de liderazgo definido haciendo a las redes no jerárquicas más débiles en situaciones de emergencia porque la toma de decisiones se ralentiza.

Fomentar la confianza, la colaboración, la comunicación abierta entre los miembros y el empoderamiento para la toma de decisiones, así como apoyarse en herramientas y tecnología adecuadas para facilitar la coordinación y la comunicación, es determinante para el éxito.

La plataforma Aragon es una DAO (organización autónoma descentralizada, por sus siglas en inglés) que ayuda a las personas o entidades, incluidos gobiernos, a crear sus propias DAO utilizando herramientas preestablecidas como los contratos inteligentes. Es un proyecto de código abierto y basado en Ethereum.

El siguiente párrafo es un extracto del manifiesto de Aragon:

“Creemos que el destino de la humanidad se decidirá en la frontera de la innovación tecnológica. Veremos cómo la tecnología conduce a una sociedad más libre, abierta y justa o reforzará un régimen global de control, vigilancia y opresión…. Internet ha abierto las puertas a un esfuerzo de colaboración universal, transfronterizo y no violento para luchar por nuestra libertad… Aragon potencia la libertad creando herramientas liberadoras que aprovechan las tecnologías descentralizadas… Las organizaciones descentralizadas cambian nuestra relación con la gobernanza: de algo que nos imponen otros, a algo en lo que elegimos participar. Donde nos sirven y servimos al mismo tiempo”.

Aunque puede sonarnos a ciencia ficción y a mundos virtuales, la tecnología blockchain, las criptomonedas o los contratos inteligentes (smart contracts) hacen que las repercusiones de esas decisiones sobre la gobernanza se puedan reflejar en el mundo real.

En la web de Banco Santander se puede leer lo siguiente sobre los smart contracts:

“Los smart contracts (contratos inteligentes, en inglés) son programas informáticos diseñados para ejecutarse automáticamente a medida que las personas o empresas involucradas en un acuerdo van cumpliendo con las cláusulas de este. Están basados en la tecnología blockchain y prometen transformar en un futuro no muy lejano la forma tradicional de hacer negocios, eliminando la necesidad de interpretar si una cláusula se ha ejecutado o no…”.

Cuestiones como la descentralización de la justicia, surgen al abrigo de estas plataformas:

¿Qué legitimidad puede tener en el mundo real una decisión tomada por consenso en un mundo virtual? Es una cuestión que el ponente dejó para el debate. Este tipo de plataformas plantean nuevos conceptos como la jurisdicción digital y la justicia consensuada. En la DAO de Aragon puede experimentarse con este tipo de justicia para resolver disputas, de forma que puedas, por ejemplo, recrear tu urbanización, descentralizada en la blockchain.

Call for impact

A lo largo de este siglo hemos pasado de un optimismo en el que parecía que ya estábamos entrando en un mundo futurista, donde se creía que importantes soluciones en medicina, tecnología, etc., iban a estar disponibles en pocos años, a un pesimismo creciente. Este pesimismo se caracteriza por un triunfo del individualismo, un aumento del apoyo al autoritarismo que se manifiesta a través de signos de democracia en retroceso, una guerra fría tecnológica y las expectativas de que nuestro nivel de vida será en muchos aspectos peor al de nuestros padres. En este cambio está el germen de la actual proliferación de redes de inteligencia colectiva descentralizadas, que aprovechan la disrupción digital para volver a la senda del optimismo (el movimiento copyleft, aunque anterior va en esta misma línea). El propósito de este tipo de asociaciones podría resumirse con el que aparece en la web de Call for impact: “Los cambios masivos suceden cuando los individuos se autoorganizan entorno a propósitos compartidos”.

Call for impact es la comunidad descentralizada de la Fundación Rafael del Pino que permite esta autoorganización a partir de un sistema operativo novedoso (la tecnología es imprescindible para la creación de estas redes). Esta red está formada por líderes y personas con talento tecnológico unidos por la inquietud de buscar el bien común. Personas con conocimientos especializados, unidos a otras que poseen contactos relevantes en los diferentes sectores clave junto con personas del movimiento maker, pueden conseguir grandes cosas cuando se conectan sin una jerarquía, pero con un objetivo común como hace la bandada de estorninos. Como ejemplo de acción en red relató desde su propia experiencia, cómo se había articulado la llegada de respiradores a España durante la pandemia.

¿Hacia dónde vamos?

El modelo de redes descentralizadas más avanzadas, serían las megacomunidades que consiguen conectar sector público y sociedad civil para que todos los dominios estén representados sin la preponderancia de ninguno de ellos. “Actualmente, aunque se habla a menudo de cooperación público-privada, la realidad es que la relación más que de cooperación es de mandato de una institución pública a una privada”.

¿Empoderamiento ciudadano?, ¿aislamiento nacionalista?, ¿solidaridad global?, ¿vigilancia totalitaria? Estos son los ejes que delimitan los cuadrantes en los que nos moveremos. El equilibrio entre todas estas cuestiones definirá nuestra forma de vida.

En nuestro comportamiento hay mucho de incentivos y expectativas que nos animan a articularnos en red y, por tanto, si no generamos los incentivos y expectativas correctas, estas redes no funcionan.  Encontrarlos para orientarlos al bien común es un gran reto que tenemos como sociedad.

Al final de su intervención, el ponente recordó que todos somos nodos de nuestras redes, y eso nos da poder y responsabilidad, de ahí que se despidiese con un “muchas gracias, estorninos”.

Carmen Conde Salgado
Ingeniera de caminos, canales y puertos. Alumna de la duodécima edición del Curso de Especialización en Sostenibilidad e Innovación Social.