“Una vez que mides el impacto, ya no puedes mirar para otro lado”
Bernardo García Izquierdo, fundador y vicepresidente de la Asociación Española para la medición del impacto social (ESIMPACT), formador en medición de impacto, y consultor sénior internacional.
A lo largo del taller, Bernardo García Izquierdo, formador en medición de impacto, y consultor sénior internacional, analizó las claves para cuantificar el impacto social de las organizaciones. Como fundador y vicepresidente de la Asociación Española para la Medición del Impacto Social (ESIMPACT), trasladó a los alumnos el mensaje de que “medir el impacto es medir transformaciones”, y cómo esto supone “la siguiente vuelta de tuerca de la RSC”.
El ponente explicó que hay en el mundo unas 150 metodologías diferentes para medir impacto, aunque “casi siempre se utiliza un mix metodológico, ya que dependiendo de quién sea tu grupo de interés interesa destacar unas cosas u otras”. Lo que importa es la finalidad y el propósito de la medición. Destacó que “medir exige mucho esfuerzo, tiempo y dinero, no recomendaría emprender el camino si no hay un para qué, en cuanto alcance y profundidad.” Dos principios que se deben aplicar son la proporcionalidad de los recursos “en función del beneficio a obtener en la gestión” y la progresividad. Recomendó “empezar siempre con pilotos en proyectos maduros”, lo que permitirá “iniciarse en el uso de herramientas y después escalarlo a toda la organización”.
“Medir no es llegar a la excelencia científica”. Según su explicación, se trata de tener datos lo suficientemente robustos como para tomar decisiones. En la búsqueda de lo que es más relevante hay que tener en cuenta “que no todo es evidenciable; si solo usamos metodologías cuantitativas, podemos dejar atrás intangibles”. También se debe analizar “el impacto emocional”, algo que es posible utilizando herramientas SROI (Social Return of Investment) y usando metodologías cualitativas como estudios de caso, relatos e historias de vida.
La metodología de medición debe orientarse a calcular “el impacto de lo que hago, el impacto que ocurriría si no se hiciera nada, y el que ocurriría si otro lo hiciera conforme a otro modelo”. Por eso es fundamental analizar la línea de base, desde el inicio del proyecto. Igualmente necesario es el análisis contrafactual, a través de grupos de control que permiten medir la relación causa-efecto de las intervenciones. Con ello se podrá “eliminar elementos de cambio que no son atribuibles a la intervención del proyecto”. Aunque siempre hay que tener en cuenta que “el propio proceso de medición de impacto genera un impacto”. En este sentido, explicó que el simple hecho de ir indagando en las percepciones de los grupos de interés les hace sentirse empoderados, escuchados.
Medir sirve también para poner foco, explicó, ya que es necesario evitar que se diluya la capacidad de transformación. Desde su experiencia, “cuando se analizan las teorías del cambio, las organizaciones terminan muchas veces reformulando su visión”. García definió este concepto de teoría del cambio como una cadena de causalidad, de inputs y outputs, que tenemos que equilibrar para generar los impactos que esperamos. Analizando el caso de estudio de La Fageda, reflejamos la conexión entre los objetivos y la problemática que aborda esta empresa social, utilizando un árbol de problemas: visualizar la raíz (exclusión social) para llegar a las consecuencias en sus manifestaciones más visibles.
Pasar de medir por impacto a gestionar el impacto supone un cambio cultural muy profundo. “Estamos en una fase muy incipiente de esto, no conozco aún una organización española que diga que se gestiona por impacto”. Su pronóstico es que en el futuro además de medir la cuenta de resultados, económica, social y medioambiental se medirá también la emocional. “Se tardaron 200 años en tener información contable unificada, todo llegará”.
Ana Narváez
Periodista y alumna de la octava edición del Curso de Especialización en Sostenibilidad e Innovación Social