Helena Redondo: Por primera vez la regulación sobre informes de sostenibilidad va por delante de la práctica empresarial
“Financiación y Sostenibilidad – Transparencia y Rendición de Cuentas” Los pasados 29 y 30 de marzo el alumnado de la 12ª edición del CESIS asistió a una doble sesión con Helena Redondo sobre reporting y finanzas sostenibles, enlazando así la última sesión del módulo de “Financiación y sostenibilidad” con el de “Transparencia y rendición... View more
“Financiación y Sostenibilidad – Transparencia y Rendición de Cuentas”
Los pasados 29 y 30 de marzo el alumnado de la 12ª edición del CESIS asistió a una doble sesión con Helena Redondo sobre reporting y finanzas sostenibles, enlazando así la última sesión del módulo de “Financiación y sostenibilidad” con el de “Transparencia y rendición de cuentas”. Redondo es socia emérita de Deloitte España y presidenta de su Comité de Ética, y posee amplia experiencia en auditorías tanto de información financiera como de informes de sostenibilidad.
Empezó su carrera profesional en Arthur Andersen y, tras su integración en Deloitte, ha desarrollado los servicios de gobierno corporativo y sostenibilidad de la firma en España. Además, es secretaria de la Fundación y miembro del Comité Global de Sostenibilidad.
La información de las empresas: pilar esencial de las políticas de sostenibilidad
Como la propia ponente confesaba al comienzo de la primera sesión, a pesar de su carrera en el área de sostenibilidad y RSC, ella siempre tendrá “corazón financiero” y su principal objetivo a lo largo de las sesiones fue compartir con el alumnado su visión de la sostenibilidad empresarial desde la perspectiva de la economista que es. Antes de entrar en materia, puntualizaba: “El idioma de la empresa es el reporting. Son los datos de información financiera y no financiera sobre los que se fundamentarán las decisiones y por tanto necesitamos conocer cómo se han medido y calculado esos datos para poder interpretarlos, decidir si son representativos y en definitiva forjar nuestro criterio”. Puso como ejemplo los abundantes compromisos con el ‘net zero’ que deben basarse en un sólido plan de transición para poder ser creíbles.
La experta en riesgos enfatizó que se está instaurando una sensación de incertidumbre y de desigualdad que ha desembocado en la pérdida de credibilidad de las empresas, mermando la confianza de los grupos de interés. Consecuentemente, la transparencia de la información y los datos de las empresas son de extrema importancia y se ha puesto en evidencia la necesidad de regular o controlar cómo se comunica esta información, para mantener un campo de juego igualitario entre competidores.
Redondo también reconoció que la forma de hacer políticas públicas en Europa se caracteriza porque la información reportada se convierte en una potente base de datos para que los reguladores identifiquen aspectos mejorables en las políticas públicas, un propósito que también se busca con las obligaciones de reporting. Este enfoque es distinto a los que suelen tener otros organismos a nivel mundial como por ejemplo la ONU, en el que generalmente se busca llegar a acuerdos a partir de iniciativas voluntarias.
Evolución del reporting corporativo
La primera sesión tenía como objetivo principal obtener una visión clara de la evolución del reporting y la información corporativa de sostenibilidad de las compañías. Consecuentemente, se hizo un recorrido desde los años 90 hasta el presente, destacando qué cambios normativos han sucedido a lo largo de los años y el porqué de estos.
En 1990 se aprueba el Plan General de Contabilidad que implanta la obligatoriedad de auditar las cuentas de las grandes empresas, incluyendo el Balance, la cuenta de Pérdidas y Ganancias, el Cambio de Estado en el Patrimonio Neto o Flujos de Caja, el Estado de Flujos de Efectivo y la Memoria. En este momento, a pesar de la regulación, no existía todavía un estándar para la información de carácter no financiero, situación que debía cambiar dada “la importancia de los estándares para realizar informes y reportar información, fundamental para la comparación de organizaciones”, explicó la experta.
A comienzos del siglo XXI -entre 1999 y 2002- ocurren una serie de sucesos que favorecen esta estandarización en el ámbito del reporting. “Por un lado, la crisis de Enron pone de manifiesto la necesidad del control interno en las empresas y el nacimiento de la cultura del control, pasando los Informes de Gobierno Corporativo a formar parte de las obligaciones de la empresa”, contaba Redondo. En 1999, el año en que las cajas de ahorros empiezan a hacer balance social, nace Global Reporting Initiative (GRI) que trata de dar respuesta a preguntas como: ¿por qué no estandarizamos la información de las compañías? A raíz de esto se desarrolla la directiva europea que suma a las obligaciones de la empresa la gestión de riesgo ambiental.
En el período 2003 – 2014, añadido al Informe anual, las grandes empresas también deben presentar un Informe de Sostenibilidad / RSC y un Informe de Gobierno Corporativo. En este informe se tratarían asuntos tales como: ¿de qué manera se gestionan los conflictos de interés?, ¿cuánto tiempo llevan los consejeros en el cargo?, ¿quién los elige y qué currículum vitae tienen?, ¿qué comisiones tiene el consejo de administración?, ¿cómo funciona la comisión de auditoría? o ¿cómo se llevan a cabo los nombramientos y revocaciones?
En el año 2014 se publica la Directiva Europea sobre Información No Financiera, que obligaba a las grandes compañías a presentar anualmente información relativa a aspectos ambientales, sociales, laborales, de Derechos Humanos y de lucha contra la corrupción y sobornos. Las empresas objeto de esta regulación fueron las de interés público (sociedades cotizadas, entidades financieras, aseguradoras y otras empresas consideradas como tales por la legislación). Es en este momento en el que nace el Estado de Información No Financiera (EINF).
En España entra en vigor en diciembre de 2018 la Ley 11/2018 que actualiza la información no Financiera a publicar por la que determinadas sociedades están obligadas a presentar conjuntamente a su informe de gestión un estado de información no financiera que contenga información relativa, por lo menos, a las cuestiones señaladas anteriormente. En esta Ley se contempla también la imprescindible verificación por un tercero de la información no financiera presentada.
En 2022 se publica la Directiva sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa con el objetivo de unificar y estandarizar completamente la información sobre los impactos ambiental y social de las empresas. “La principal motivación de esta Directiva, en línea con la Taxonomía Europea, es permitir el flujo de financiación hacia actividades sostenibles, contribuyendo hacia un sistema económico y financiero completamente sostenible e inclusivo”, explicó Redondo. Para ser posible esta estandarización, la EFRAG será la entidad encargada de diseñar las nuevas guías para la realización de estos nuevos informes de sostenibilidad y “por primera vez la regulación va por delante de las empresas”, destacó.
Como punto de mejora señaló que para auditar cuentas es necesario tener un estándar de información, pero también otro de verificación. Este segundo estándar aún está en fase de redacción para los informes de sostenibilidad en Europa. Mientras tanto Redondo utiliza la norma ISAE 3000 (desarrollada por IAASB) aunque no es específica de informes de
sostenibilidad. Para los gases de efecto invernadero en concreto sí se cuenta con la norma ISAE 3410)
La verificación a su vez tiene dos niveles: revisión limitada y auditoría completa. El futuro se encamina a que en el medio plazo sea preceptiva la realización de auditoría completa (SRD). Además, sería probable que en el futuro toda la información no financiera debiera estar en lenguaje XBRL, que en origen se pensó para la información financiera. Este lenguaje permite la interoperabilidad y análisis de cualquier tipo de información financiera y empresarial a través de Internet (formato estándar, lenguaje común para todos, directamente explotable)
En ese contexto apuntó la utilidad de los informes de impacto: “son muy difíciles de hacer y es difícil encontrar uno bien hecho. La ventaja de ellos es que dan flexibilidad para contar cosas que el informe EINF no te da por tener que ser verificado”, indicó.
Una vez revisada la historia de la información no financiera durante las tres últimas décadas, era el momento de profundizar en los estándares que rigen este tipo de información en las compañías.
Los más conocidos quizás sean los estándares GRI, que exigen el reporte en cuanto al perfil económico de la empresa, su análisis de asuntos materiales, el impacto ambiental, el impacto social (tanto interno, en los empleados, como externo, en las comunidades), el buen gobierno, el pago de impuestos, y la cadena de suministro. También existen suplementos obligatorios de reporting según el sector al que pertenece la compañía. “Estos estándares son mucho más extensos que la Directiva europea de 2014, por ello esta se ha tenido que cambiar recientemente” destacaba la experta.
A parte de los estándares GRI también existe el Marco Internacional de Reporte Integrado (IR) nacido de la integración de IIRC y SASB, que describe los elementos fundamentales del IR. Estos se relacionan fundamentalmente con los grandes conceptos (la estructura de una organización en capitales, la creación de valor y el modelo de negocio), los principios que deben guiar la elaboración de un informe integrado y los contenidos básicos del mismo. Los inversores/financiadores son el principal grupo de interés destinatario del IR.
Por último, se encuentra el TFC, un grupo de trabajo promovido y apoyado por el G20 que se fundó en 2015 con la misión de desarrollar recomendaciones enfocadas a proporcionar información a los inversores y accionistas sobre los riesgos del Cambio Climático, evaluando la capacidad de respuesta de las compañías y las acciones llevadas a cabo al respecto. Desde 2017 se ha convertido en el estándar por excelencia para la información de cambio climático. El TCFD estructura sus recomendaciones en 4 dimensiones sobre las que las organizaciones deben plantear su análisis, gestión y desempeño en materia de Cambio Climático: el gobierno, la estrategia, la gestión de riesgos, y las métricas y objetivos. En opinión de Redondo, la forma de reportar según TCFD en materia de cambio climático será la que se aplique en el futuro a otros campos.
Las finanzas sostenibles: herramienta trasformadora de los modelos de negocio
Se habló también en esta sesión doble de finanzas sostenibles, lo que deja ver la importancia que estas tendrán en el futuro inmediato.
En septiembre de 2015, 193 líderes mundiales se comprometieron con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Como consecuencia, gran parte del sector financiero se ha comprometido a colaborar en la financiación de estos, especialmente con el objetivo 13 de Acción por el Clima.
En línea con lo anterior, el Acuerdo de París adoptado en la COP 21 de 2015 por 196 partes ha supuesto un hito significativo en la lucha contra el cambio climático. El acuerdo implica, además de comprometerse a mantener la temperatura media mundial muy por debajo de los 2°, situar los flujos financieros hacia actividades sostenibles con un desarrollo resiliente al clima y con un nivel de emisiones de gases de efecto invernadero bajo. Así, la banca ha firmado alianzas sectoriales como la Alianza Bancaria de Cero Emisiones Netas, que obliga a sus miembros a alcanzar este objetivo para 2050 incluyendo sus carteras de crédito e inversión.
En 2019 Europa decide impulsar la ISR, adoptando medidas que fuercen la movilización de los flujos de capital hacia inversiones sostenibles y ayudando a los inversores a gestionar mejor sus activos dándoles un enfoque a largo plazo. Este afán por liderar la inversión sostenible lleva a la Comisión Europea a lanzar una plataforma internacional sobre sostenibilidad con el objetivo de coordinar los marcos internacionales de las finanzas sostenibles, pues en el mundo hay más de 30 taxonomías verdes, lo que les resta operatividad.
Una taxonomía es una lista ordenada de grupos de cosas que tienen características comunes y se agrupan por su afinidad. En este caso son las actividades empresariales que contribuyen al pacto verde europeo, buscando ofrecer a empresas e inversores una categorización clara de lo que es sostenible.
El documento fue preparado por un grupo de expertos, el Technical Expert Group o TEG, con 6 objetivos ambientales de los que en la actualidad se encuentran desarrollados solamente el de mitigación del cambio climático y adaptación al cambio climático. En palabras de la docente “La taxonomía ha venido a cambiar el mundo”.
En el momento en el que se desarrolló la taxonomía europea no estaba aprobada la política agraria común (PAC) por lo que no se introdujo la agricultura en su alcance. Es una oportunidad perdida porque es un sector fundamental en términos tanto de mitigación como de adaptación al cambio climático.
“El peor escenario para una actividad en términos de financiación sostenible es que sea 100% elegible según la taxonomía y sin embargo esté un 0% alineada, porque eso significa que pudiendo ser verde no lo es en absoluto”, asegura Redondo.
El futuro nos traerá una taxonomía social (el primer informe de la misma apareció en febrero de 2022) para impulsar la inversión sostenible en Europa, pero a diferencia de la taxonomía verde pone el foco en la protección de los derechos humanos y en el impacto social hacia los principales grupos de interés de las empresas: trabajadores, clientes y comunidades.
Importancia de la materialidad en el reporting corporativo
En la segunda sesión también se hizo un repaso de los conceptos de doble materialidad, y se introdujeron los conceptos de riesgos físicos y de transición asociados al cambio climático.
“Los riesgos físicos son aquellas consecuencias palpables del cambio climático. El regulador para luchar contra estos riesgos físicos legisla con la intención de cambiar el mercado, modificando expectativas de clientes, tecnología e incluso reputación. De ahí nacen los riesgos de transición”, indicó la experta. Ejemplo de riesgos físicos serían la subida del nivel del mar o la sequía.
Con relación al análisis de materialidad, afirmó que “La base del reporting es el análisis de materialidad” y que antes de realizarlo hay que conocer quiénes son los grupos de interés que impactan en la entidad y aquellos sobre los que la organización influye. Señaló que las concepciones de materialidad en el ámbito americano y el europeo son distintas. Mientras que
en el ámbito americano el acercamiento al impacto se hace desde un punto de vista muy financiero -evaluando riesgos y oportunidades y con enfoque al accionista, y por tanto se realiza con un horizonte de uno a tres años-, en Europa se busca la continuidad de la compañía a largo plazo, pensando en un rango temporal de 20 a 50 años.
En cuanto al conocimiento de los grupos de interés señaló que debemos aproximarnos a ellos desde la humildad: “No hay cosa peor que un prejuicio. Si no intentamos despojarnos de ellos, es muy difícil entender lo que realmente nos están contando”. Un consejo de esta pionera de la sostenibilidad con alma de auditora que conviene recordar de vez en cuando, pues es innato que estos prejuicios nos invadan, más aún cuando nos enfrentamos a un cambio de paradigma como el que Helena nos dio conocer en estas dos sesiones.
Carmen Conde Salgado
Ingeniera de caminos, canales y puertos. Alumna de la duodécima edición del Curso de Especialización en Sostenibilidad e Innovación Social
Alejandro Fernández Marzoa
Alumno de la duodécima edición del Curso de Especialización en Sostenibilidad e Innovación Social.