Helena Redondo: “Es mejor hacer y, después, contar, pero la obligación de contar ha activado a muchas empresas con un resultado positivo”
Socia y miembro de Risk Advisory en Deloitte
"Integración de información financiera y no financiera de las empresas"
¿Por qué las empresas han cambiado la manera de comunicarse con la sociedad en los últimos años? ¿Supone un riesgo para ellas la transparencia? ¿Son suficientemente claras en su relato ante potenciales inversores? Estas fueron algunas de las cuestiones sobre las que Helena Redondo, socia y miembro del área de Risk Advisory en Deloitte en Madrid, estructuró la sesión impartida en el CESIS de la Cátedra Inditex-UDC el miércoles 1 de abril, con la colaboración de Adela Sobaler, integrante de su equipo. Especialista en reporting empresarial y verificación, Helena Redondo abordó con el alumnado en detalle los estándares y herramientas utilizadas por las empresas para reportar la información no financiera. En el caso español, a causa del coronavirus, el regulador ha ampliado el plazo en dos meses para la publicación de los reportes de 2019.
“Históricamente las compañías han tratado de contar lo que son a través de sus cuentas anuales. Qué tienen, qué deben, cuáles son sus beneficios. A partir de los años ochenta, algunas empiezan a incluir en sus informes aspectos medioambientales y con el cambio de siglo aparecen los primeros informes de sostenibilidad. El caso Enron, con lo que supone de desconfianza hacia la información proporcionada por las empresas y posteriormente la crisis de 2008 pusieron de manifiesto los fallos de gobierno corporativo y la necesidad de contar cómo se hacían las cosas y no sólo los resultados”, contextualiza Redondo. Esta reflexión sobre la gobernanza corporativa, que deriva en códigos de gobierno y gestión interna, a la que se suman las expectativas y exigencias de los distintos grupos de interés, crearon un caldo de cultivo adecuado para abrir un proceso regulatorio desde la UE. “Si bien soy partidaria de que hay que hacer y, después, contar, debo reconocer que muchas empresas han empezado a hacer porque tienen que contar, por lo que no ha funcionado mal como método la obligación de informar”, comenta Helena Redondo.
Con el foco en el contexto español, la responsable de Deloitte señala normativas y fechas tan transformadoras como cercanas en el tiempo: la obligación desde el año 1990 de auditarse para las compañías cotizadas, la modificación de 2015 de la Ley de Sociedades de Capital donde recomendaciones de buen gobierno pasan a ser obligación, la normativa europea de información no financiera de 2017, actualmente en revisión, y la transposición a España con la ley 11/2018. “La normativa europea provocó mucho debate antes y después de promulgarse; está muy orientada a las empresas cotizadas que ya habían regulado la gobernanza, con lo cual esta parte quedó fuera. El enfoque se centró en los aspectos sociales y medioambientales y la transposición a cada país ha sido diferente; por ejemplo, sólo en Francia, España y Alemania la verificación de esa información es obligatoria. En este momento la Comisión Europea ha abierto ese melón porque considera que no se han obtenido los resultados deseados”, explica Redondo.
El Informe Integrado
Desde su experiencia, Helena Redondo señala que cuanto más se ha avanzado en estándares de reporting, más dispares son los informes de las empresas y considera que los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) están ayudando a estructurar la información. En la segunda parte, teniendo en cuenta las tendencias y las iniciativas reguladoras, la socia de Deloitte quiso que el alumnado conociera en detalle cómo se reporta en el Informe Integrado, una herramienta con la que las empresas aúnan toda su información, financiera y no financiera. Los elementos del engranaje en España son la Ley de Sociedades de Capital, La Ley 11/2018 (con sus cinco bloques de cuestiones: medioambientales, sociales y relativas al personal, derechos humanos, lucha contra la corrupción y soborno, información de la sociedad), la guía de la Comisión Nacional de Mercados y Valores (CNMV) y su código de conducta y, por último, los estándares para reportar.
El más extendido es el GRI (Global Reporting Initiative), utilizado por la mayoría de las empresas. Si bien, como explica Helena Redondo, es frecuente encontrar en los reportes el uso de más de un estándar. Con diferentes versiones desde el año 2000 y con la más reciente en 2016, el GRI se divide en distintos apartados con sus respectivos indicadores que articulan la información de la empresa: GRI 101 o fundamentos, 102 o contenidos básicos generales y 103 o enfoque de gestión. Los estándares específicos son GRI 200 para temas económicos, 300 para temas ambientales y 400 para temas sociales.
Redondo también habló del International Integrated Reporting Council (IIRC9, de Reino Unido), que incide en la visión de la empresa a futuro; Accountability AA1000, con lo principios de inclusividad, capacidad de respuesta, materialidad y, desde 2018, impacto; ISO 26000, menos usado, ya que se enfoca en la gestión y no en el reporting; SASB, que se centra en la materialidad por sectores y ha recibido el apoyo como estándar de la SEC (la Comisión de Valores de Estados unidos); el Pacto Mundial con sus diez principios y su informe de progreso; y, por último, la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible con los ODS, que las grandes compañías ya utilizan como complemento en sus reportes.
Helena Redondo no quiso cerrar la sesión sin referirse al trabajo de verificación de la información empresarial, en el que es especialista. La legislación española sólo pide la verificación por un tercero independiente; en el caso de Deloitte siguen la actuación del Instituto de Censores Jurados de España. “Para poder verificar lo primero es conocer el modelo de negocio, que es importante para la empresa, y cómo capta la información. La materialidad es crítica, fundamental. Dos empresas de un mismo sector pueden no tener los mismos temas materiales”, apunta Redondo. En la actualidad el nivel de los informes integrados, importantes no sólo a nivel interno y para el regulador, sino también para los inversores y analistas de rating, dista de ser sobresaliente, señala esta experta. “Hay mucha información que aún no se sabe medir y necesitamos mejores análisis de materialidad. Aún queda mucho camino para mejorar”, concluye.
Arancha Estévez Lavandeira
Periodista y alumna de la novena edición del Curso de Especialización en Sostenibilidad e Innovación Social