Borja Monreal: «Algo solo es justo si pretende eliminar o mitigar las asimetrías desde las que partimos»

Fundador y codirector de SIC4Change.
“Innovación social - ¿La utopía de acabar con la pobreza?”

Responsabilidad moral. Igualdad. Justicia social. Tratando de hacer entender al alumnado del CESIS estos tres principios, comienza Borja Monreal la sesión que imparte el 16 de febrero. Borja es especialista en Políticas Públicas e Innovación Social y fundador y codirector de SIC4Change (www.sic4change.org), un clúster de innovación que genera soluciones tecnológicas a problemas sociales persistentes. Pero, en realidad, es muchas más cosas: colaborador en diferentes investigaciones de trabajo y políticas en países en desarrollo, consultor para diversas organizaciones internacionales en países africanos, fundador de dos startups sociales –Nut4Health y E-Milpa–, autor de varios libros –entre los que destacan “El sueño eterno de Kianda” y “Ser Pobre”–, periodista asiduo en revistas nacionales como El País, Agenda Pública, Foreing Policy, etc.

¿Por qué? “Hacer filosofía a martillazos”

Y empieza hablando de estos principios para explicar por qué surge la innovación social. Aunque en realidad no “habla” de ellos, sino que lanza tres preguntas a los y las allí presentes para debatir, discutir y cuestionar la realidad. Es decir, emplea la filosofía como un martillo, idea que, como él mismo indica, conceptualizó Nietzsche.

¿Somos responsables de los actos de nuestros padres? Primera pregunta a la que debe enfrentarse el auditorio. “¿Somos responsables como personas, como individuos, como sociedad?”. Monreal cuenta que hace cuatro años, en Japón, el Estado –representando a la sociedad– pidió perdón a las víctimas de las violaciones ejercidas contra mujeres coreanas por el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial. “Lo que estaban diciendo es que el Estado tenía una responsabilidad colectiva para con las víctimas. Del mismo modo que sucede en España con los procesos de reconocimiento, memoria y compensación de las víctimas de la Guerra Civil. Es decir, el mundo camina hacia el concepto de responsabilidad moral”.

La segunda pregunta alude al principio de igualdad: “¿aplica esa responsabilidad moral a todos por igual?”. El docente lo ilustra con otro ejemplo de un caso real, el de un militar francés que, cuando el ejército nazi ocupa Francia, se une a los aliados como piloto de bombardeo. En un momento dado, recibe la orden de bombardear el lugar dónde vive su familia y se niega. “¿Es esta una respuesta adecuada? Hay un debate claro entre el principio de todos somos iguales y tenemos los mismos derechos o no todos somos iguales”.

El tercer principio –la justicia social–, pero ¿qué es la justicia? “Tenemos muchos conceptos de justicia, desde Aristóteles o Platón hasta ahora. Pero los que trabajamos en innovación social entendemos que las personas no son dueñas de las capacidades con las que nacen, ni de sus defectos. Por tanto, desde el punto de partida se generan las desigualdades. Pero, ¿cómo hago para saber cuándo algo es justo y cuándo no? El método es el velo de la ignorancia. Consiste en plantearse cualquier cuestión como si no supieras en qué lado te va a tocar. Por ejemplo, ¿los impuestos son buenos o malos? Si yo no sé si voy a ser rico o pobre, tenderé a pensar que son buenos. Algo sólo es justo si pretende eliminar o mitigar las asimetrías desde las que partimos”.

¿Qué y para qué? Entender para acabar con la pobreza

“Tenemos siempre una percepción bastante rara de lo que es la pobreza. Podemos entenderla como tener menos de 1´9 dólares diarios, como no tener cubiertas las necesidades básicas, como la falta de oportunidades… pero casi siempre predomina una visión individual”, explica el ponente. A continuación, expone las dos visiones imperantes, la de Sachs y la de Easterly. El primero, padre conceptual del método de microcréditos, considera que las personas son pobres porque no tienen capacidad para invertir. En cambio, Easterly apunta que la pobreza se debe a una disfunción en los incentivos para trabajar.

Monreal destaca que “lo que tienen en común estas dos visiones es que son individuales porque culpan al individuo de su situación. Pero si la pobreza es una cuestión de capacidades y las personas nacemos con distintas capacidades –naturales o no– entonces es un problema de la sociedad, que tiene que facilitar esas capacidades y oportunidades. Si la pobreza es un problema individual, la sociedad no tiene por qué ayudar al pobre. Pero si lo que vemos es que es un problema social; es decir, que es la sociedad la que no crea las oportunidades para que las personas se desarrollen, entonces la solución debe ser conjunta”.

Tras la fundación del centro de investigación J-PAL (Jameel Poverty Action Lab) –explica Monreal–, se empieza a entender la necesidad de que las políticas públicas enfocadas a reducir la pobreza se basen en la evidencia científica y surge una nueva forma de entender la pobreza como dos caras de una moneda: escasez y precariedad.

“¿Por qué los pobres toman malas decisiones? Se lo preguntan Endhil Mullainathan, profesor de Economía en Harvard, y Eldar Shafir, profesor de Psicología en Princeton, y, para averiguarlo, llevan a cabo un estudio con un grupo de granjeros de caña de azúcar de la India, que pasan por un ciclo natural anual de pobreza y abundancia. Y de lo que se dan cuenta es de que el problema es la cosecha. Antes de esta, cuando no tienen dinero, sus resultados en el test de coeficiente intelectual son muy bajos. Después de la cosecha de caña de azúcar anual, cuando estos granjeros reciben el 60% de sus ingresos anuales, el CI es mucho más alto. Antes de eso, básicamente son pobres. Después, aunque brevemente, ya no lo son. El efecto de ser pobre es comparable, en cuanto a pérdida de nivel de CI, a estar borracho. No es que los pobres tomen malas decisiones, es que las toman porque son pobres”. El ponente explica que este fenómeno se conoce como visión de túnel y hace que las personas se enfoquen en lo urgente –la escasez– y descuiden todo lo que se refiere al medio-largo plazo, lo que provoca que tomen malas decisiones. Por tanto, concluye Monreal, “si no somos capaces de sacar a esas personas de la escasez no seremos capaces de acabar con la pobreza”.

Del otro lado de la moneda está la precariedad, teorizada por el profesor inglés Guy Standing. Este apunta que las personas tomamos o no una decisión asumiendo que todo lo que tenemos a nuestro alrededor se va a mantener estable. Pero las personas pobres se mueven en un entorno distinto, más incierto, por lo que sus estrategias se enfocan a la supervivencia, a la mitigación del riesgo, no a pensar en cómo salir de la pobreza. Por ello, es una responsabilidad social proveerlas de las oportunidades para que puedan tomar mejores decisiones.

¿Cómo? Innovación social para acabar con la pobreza

Una vez que tenemos el por qué y el qué –explica Borja Monreal– vamos con el cómo. La innovación social parte de un entendimiento de los problemas diferente al habitual, basado en tres premisas. La primera es que los problemas sociales son extremadamente complejos y persistentes; la segunda es que considera tan importante el problema como la percepción de la gente del problema y la tercera es que hay un reconocimiento tácito de que existen actualmente los medios, el talento y la tecnología para enfrentarse a ellos.

“La innovación social es una manera de afrontar retos y problemas sociales persistentes con soluciones innovadoras, no sólo en lo que se refiere al qué, sino también al cómo, involucrando en el proceso a diferentes actores, entre ellos, las personas afectadas”, resume el ponente.
Antes de terminar la clase con un estudio de caso real (Nut4Health), Monreal cuenta al alumnado lo que de verdad ha venido a contar: los pasos a seguir para emprender un proceso de innovación social. El primero, la escucha, del que matiza: “No importa lo que crees que sabes del problema, hay que volver al punto de partida: no identificar los problemas desde nuestra visión de la realidad, sino desde una página en blanco. Esto supone analizar muchos datos y hablar con mucha gente, para entender qué piensan los diferentes actores y para involucrarlos de forma que se sientan activos en todo el proceso”. El segundo paso es la cocreación, en la que hay que determinar cuáles son las condiciones mínimas que se deben alcanzar para solucionar el problema, adelantarse a las principales barreras y hacerlo teniendo en cuenta el contexto en particular en dónde se da el problema. El tercer paso implica encontrar una solución potencial, probarla lo antes posible y, por tanto, fallar lo antes posible para poder hacer los ajustes necesarios con la mínima inversión de recursos. El cuarto y último paso trata de cambiar las narrativas –lo que nos contamos sobre lo que pasa– y, en él, Monreal se detiene y hasta se recrea porque, al fin y al cabo, “son las narrativas las que dibujan nuestras posibilidades de cambio”, dice.

 

Ariana Carro Patiño
Periodista y alumna de la undécima edición del Curso de Especialización en Sostenibilidad e Innovación Social