Bernardo García Izquierdo: “La reducción de fondos por el coronavirus hará que los financiadores necesiten verificar más el impacto social en los proyectos”

Fundador y vicepresidente de la Asociación Española para la Medición del Impacto Social (ESIMPACT)
"La medición y gestión del impacto social"

“Cuando hablamos de medir nos vienen a la cabeza conceptos técnicos, numéricos, pero lo intangible, lo cualitativo, lo no cuantificable, es, a veces, tanto o más importante para conocer el impacto de nuestros proyectos”, afirma Bernardo García Izquierdo. Desde 2018, está embarcado como fundador y vicepresidente de EsImpact, Asociación Española para la Medición del Impacto Social, tras haber desarrollado en los últimos 25 años una sólida experiencia en la gestión de entidades no lucrativas. Apasionado en su área de trabajo, este doctor en Ciencias Económicas y Empresariales fue director general de Anesvad (2008-2017) y ha trabajado como consultor internacional para diferentes programas e iniciativas de Naciones Unidas, otros organismos internacionales, ONGs, centros de investigación y empresas. “La medición del impacto social puede ser un mecanismo transformador de las relaciones de poder”, asegura.

En su taller virtual en el CESIS de la Cátedra Inditex-UDC de Sostenibilidad del jueves 16 de abril, García Izquierdo se propuso guiar al alumnado por el proceso de definición de un sistema de medición de impacto social. “La medición no tiene que ser un fin en sí mismo. Los cambios sociales, la huella que deja un proyecto tiene que llevarnos un paso más allá, a la gestión del impacto”, puntualiza. Si bien el diccionario de la RAE se limita en su definición de impacto social al aspecto medioambiental “porque las primeras mediciones se hicieron en este ámbito”, García Izquierdo recurrió a otras fuentes como Oxford Impact Project Measurement para referirse al impacto como cambios materiales (de materialidad) positivos y negativos y subrayó que el impacto debe estar vinculado a la transformación.

Para definir un sistema de medición de impacto social, García Izquierdo establece 4 pasos: los condicionantes de partida y su análisis, la metodología, la comunicación de resultados y la gestión por impacto. Esta última fase, poco extendida en España, es la que resulta más interesante para el vicepresidente de EsImpact, ya que permite un cambio en el modelo de trabajo. Por esa razón es muy relevante entender la medición no como un elemento final, sino incorporado a los procesos desde su inicio, permitiendo que la información y los datos desarrollen una cultura de aprendizaje continuo. García Izquierdo se refirió a su etapa al frente de Anesvad para señalar que esa aplicación de la medición permitió reenfocar el trabajo de la organización, centrándose más y mejor en su misión.

“En España hay pocas mediciones, aunque sí se percibe un creciente interés, una tendencia positiva. Todas las decisiones sobre el sistema de medición deben estar incorporadas en el diseño de los proyectos; desde EsImpact estamos trabajando para que las convocatorias públicas así lo contemplen. Aquí siempre se ha relacionado tener que medir con justificar y con el control, mientras que, en los países nórdicos, por el mayor volumen de inversión responsable, la medición se ha incorporado hace años. La obligación de tener que reportar la información no financiera por parte de las empresas va a ayudar a que la medición de impacto se extienda”, explica García Izquierdo. A principios de 2020, EsImpact y la Fundación BBK presentaban el informe “Luces y sombras de la medición del impacto social en España”, que revelaba como en la mayor parte de las organizaciones no se considera una prioridad o se alega no disponer de recursos para ello.

Medir: por qué y para qué
A través de ejemplos como La Fageda, cooperativa catalana que integra laboralmente a personas con enfermedades mentales, vende 85 millones de yogures al año, recibe 20.000 visitas anuales para conocer el proyecto y cuyo caso se estudia en escuelas de negocios, Bernardo García Izquierdo desgranó en el taller del CESIS cómo demostrar el impacto social de un proyecto sobre los cambios generados a largo plazo de manera comparativa y robusta. “¿Qué existía y qué existe ahora? ¿Qué le ha sucedido a un grupo de personas por esta acción? Y, muy importante, comparar con un grupo de control que, no participado en el proyecto, porque ahí es cuando vemos cómo hemos incidido en el bienestar, en la calidad de vida”, explica García Izquierdo.

Saber para qué y por qué medir los objetivos como fundamentales en este tipo de procesos: contribuir a la transformación social, detectar oportunidades no aprovechadas, gestionar el proceso de generación de impacto, seleccionar proyectos y enfoques alternativos, herramientas y recursos, rendir cuentas, tomar conciencia de que la propia medición genera impacto, obtener fuentes de financiación, refrendar el compromiso de la organización con su misión, y, además, el aprendizaje y mejora. García Izquierdo señala que los procesos participativos y transparentes pueden cambiar las relaciones de poder en una organización. “Y eso no es cualquier cosa. Las implicaciones de la medición pueden tener un gran calado. Las políticas públicas también se deberían medir en función de su impacto social”, remarca.

El vicepresidente de EsImpact considera que la falta de fondos que se prevé con la crisis del coronavirus hará que los financiadores exijan más impacto social en los proyectos. Durante la última parte del taller, García Izquierdo expuso al alumnado algunas de las herramientas para la medición a través de la teoría del cambio, diagnosticando los retos o problemas con un árbol de problemas, las soluciones propuestas, las hipótesis y los posibles riesgos chequeando los grupos de interés a los que afectamos, la cadena de valor, las actividades que proponemos y el impacto que presuponemos. “El cruce de la población a la que quiero llegar, la profundidad con la quiero impactar y el alcance de ese impacto nos va a dar un modelo. Uno de los problemas del tercer sector es que queremos tocar demasiadas piezas en nuestros proyectos, con poco alcance y potencia; queremos ser tan integrales que no conseguimos el impacto”, señala García Izquierdo, que apuesta por un modelo de contabilidad en las organizaciones que mida lo económico, lo social, lo medioambiental y lo emocional.

 

Arancha Estévez Lavandeira
Periodista y alumna de la novena edición del Curso de Especialización en Sostenibilidad e Innovación Social