Begoña Morales: “El nivel de concienciación que tenemos en medioambiente no lo tenemos en el resto de derechos humanos”

Directora de Conese y ex-directora de la unidad de Soluciones para Sostenibilidad de Indra.
“Los derechos humanos entran en las agendas públicas y privadas”.

 

En el mundo globalizado es innegable el enorme poder del Estado y de la empresa para impactar de manera positiva o negativa en el bienestar de la sociedad. La necesidad de contar con un marco de referencia que fije un estándar de conducta ética en materia de derechos humanos desencadenó que en 2011 vieran la luz los Principios Rectores de la ONU (UNGPs), ideados por el profesor John Ruggie a petición de su amigo Kofi Annan. Estos principios, tremendamente disruptivos, agrupan sus directrices en torno a 3 fundamentos: Proteger, Respetar y Remediar. El primero (proteger los derechos humanos) es un deber del Estado, el segundo es obligación de la empresa y respecto al tercero, es competencia del Estado y la empresa facilitar el acceso de los afectados a los mecanismos de remediación, una vez se han transgredido estos derechos. Empresa y Estado deben redactar sus políticas, normas y procedimientos con arreglo a estos principios.

Del soft law al hard law.

La trascendencia del escrito “Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos” ha sido enorme por ser un marco de consenso inspirador de las normativas que han aparecido y siguen apareciendo. También es innovador al asumir que las empresas y los estados no son perfectos, y reconocer que la violación de los derechos humanos es una realidad a día de hoy. Partiendo de esa premisa, establece unas pautas para ir mejorando de manera diligente hacia un escenario futuro esperanzador.  La Directiva de Debida Diligencia de Derechos Humanos, la Taxonomía Social de la UE o la Directiva de Reporte Corporativo de Sostenibilidad (que se encuentran en diferentes fases de aprobación), van a ser un punto de inflexión en la integración y reporte de las cuestiones de derechos humanos en la empresa y el Estado.

Aunque en muchas empresas el enfoque del respeto a los derechos humanos se limita al cumplimiento regulatorio estricto, empiezan a surgir “best practices” en empresas que abordan esa protección de manera proactiva, mediante la promoción de la calidad de vida de las personas impactadas.

En su amplia experiencia, Begoña ha sido testigo del cambio de tendencia: “Se ha pasado de hacer una mera gestión de los derechos humanos básicos y de tratar simplemente de devolver a la sociedad lo que nos ha dado, a repensar cómo hago que mi negocio mejore la sociedad creando un impacto neto positivo o lo que es lo mismo, pasar del principio de “ do not harm” al de  “do good”. La tendencia está siendo capitaneada por empresas de todo tipo pero con mayor trascendencia desde aquellas que actúan como locomotora sectorial y que por las circunstancias que sea (crisis reputacional por escándalos relacionados con los derechos humanos, sentido de la responsabilidad moral, relevo generacional de la directiva, búsqueda de nuevas oportunidades, expansión, salida a bolsa …) han decidido implementar estas buenas prácticas que le permitan crear valor compartido para la empresa y la sociedad simultáneamente.

Begoña señaló como punto de inflexión en su carrera, la asistencia como representante de Indra al Foro de Empresa y Derechos Humanos de Naciones Unidas que se celebra anualmente. Allí pudo ver cómo empresa, gobierno y sociedad hablaban con espíritu de diálogo constructivo y multipartito, desde una perspectiva muchísimo más amplia a como había entendido ella la sostenibilidad hasta el momento, con un espíritu colaborador necesario para poder avanzar con éxito. Comprendió que el futuro del que allí se hablaba ya estaba en camino.

La cadena de suministro global -definida como la nueva esclavitud- fue parte fundamental de la sesión, porque en ella se concentran la mayoría de las violaciones de derechos humanos.

“En los negocios hay un marco precompetitivo en el que las cadenas de suministro de las diferentes empresas de un sector están interconectadas y deben buscarse alianzas estratégicas con los competidores que ayuden a superar los desafíos que principalmente se encuentran a nivel de materias primas”. Esta manera de afrontar el problema ha sido beneficiosa en sectores como el textil.

La industria del chocolate -que tiene una enmarañada cadena de suministro principalmente para el cacao- también fue tratada en la sesión, en referencia al documental “El Lado Oscuro del Cacao”. En este caso poco ha cambiado la situación en el marco precompetitivo desde que se rodó este documental en 2010.

En el polo opuesto se encuentra el Sustainable living plan desplegado por Unilever en 2010, que puso la sostenibilidad en el centro de su estrategia de negocios con Paul Polman como CEO. Con este plan de empresa Unilever consiguió crecer en un mundo incierto a través de la innovación social y el crecimiento rentable ligado a la mejora de la calidad de vida de sus clientes.

Otros actores: Medios de comunicación y del consumidor.

También se abordó el papel de los medios de comunicación como actores principales para traer a debate y formar a la sociedad en los temas relacionados con la sostenibilidad y en especial con el incumplimiento de derechos humanos porque “el nivel de concienciación que tenemos en medioambiente no lo tenemos en el resto de derechos humanos”. Conviene destacar que los derechos humanos están actualizándose -el último entró en la lista hace tan solo 7 meses-, pues el concepto de bienestar evoluciona con la sociedad y por tanto no hay que bajar la guardia en cuanto a su observancia.

Nosotros como consumidores tenemos muchísimo poder y por tanto muchísima responsabilidad de velar por el respeto a los derechos humanos, que muchas veces no ejercemos por desconocimiento. Esta capacidad de influencia se multiplica cuando actuamos organizadamente como colectivo. De hecho, uno de los aspectos que tendrá en cuenta la Ley de Debida Diligencia es el hacer que recaiga en cada empresa la obligación de conseguir consumidores informados acerca de las implicaciones ambientales y sociales del producto que ofertan bajo unos estándares de transparencia de la información prefijados.

El objetivo del negocio se centrará entonces en generar elegibilidad, es decir que nuestra entidad sea atractiva para los accionistas, los clientes, las instituciones financieras etc… Esto se consigue atrayendo consumidores o usuarios conscientes y por tanto más fieles, manteniendo la legitimidad social para operar porque las conductas irresponsables o erráticas, aun siendo legales, pueden hacer perder a una entidad la aprobación de la sociedad en la que opera.

También se consigue elegibilidad transmitiendo control del riesgo regulatorio, es decir, cumpliendo estándares por encima de los mínimos, lo que hace que no sea necesario introducir cambios en nuestro modelo de operación cada vez que hay un cambio regulatorio. Muchas multinacionales han querido desmarcarse de la zona de peligro implementando medidas que superen los estándares mínimos en materia de derechos humanos, lo que les está permitiendo poder planificarse mejor, más a largo plazo al liberarse del constante riesgo regulatorio.

Al hilo de esto, salieron a debate algunos ejemplos de empresas que tienen crisis reputacionales asociadas al incumplimiento de estos valores y al mismo tiempo destacan por su sostenibilidad en otros campos. ¿Son estas empresas diligentes o es sólo una evolución del ecopostureo a los aspectos sociales?. Señaló que, dado que los principios rectores asumen la actual existencia de incumplimientos, lo importante para ver si la institución o empresa está trabajando en la dirección correcta es ver si está poniendo los medios adecuados para remediarlo y si ha hecho una priorización sensata de los incumplimientos a atajar con mayor urgencia, según a gravedad y frecuencia. Además, habría que ver que se reducen los indicadores de incumplimiento en un plazo razonable.

Concluyó parafreaseando a Larry Fink en su carta anual a los CEOs: A cada uno nos toca decidir si lideraremos o seremos guiados. El poder que tenemos es mayor de lo que creemos.

Carmen Conde Salgado
Ingeniera de caminos, canales y puertos. Alumna de la duodécima edición del Curso de Especialización en Sostenibilidad e Innovación Social