Alba García: «Solo podemos mejorar aquello sobre lo que no tenemos conocimiento»
Co-fundadora y co-CEO de BCome.
“El análisis de ciclo de vida aplicado al sector textil”.
El pasado 19 de abril el alumnado de la duodécima edición del CESIS tuvo la oportunidad de recibir un taller impartido por Alba García, en el que se abordó la aplicación de la metodología del análisis de ciclo de vida a la industria textil. La ponente cuenta que, gracias a los más de quince años de experiencia con los que cuenta en el sector moda y la sostenibilidad, ha sido capaz de adquirir una visión de “360 grados” de la empresa textil. Precisamente, con el fin de ayudar al sector en su transformación hacia un futuro más responsable, co-fundó BCome, una plataforma para la gestión de la sostenibilidad, que actualmente co-dirige.
El contexto del Análisis de Ciclo de Vida
La ponencia de García comenzó con la contextualización de la situación actual del sector textil, reflexionando junto al alumnado sobre sus principales retos. Sostenibilidad, transparencia, cambio climático y trazabilidad fueron algunos de las problemáticas señaladas por el alumnado, a lo que la ponente añadió que “la mayor parte de estos, sino todos, tienen su origen en la falta de datos, que es lo que realmente necesitamos. Sin embargo, estos datos no son el fin en sí mismo, hay que trabajar con ellos para cumplir los objetivos propuestos”.
Así, se establece la necesidad de datos de impacto (o impact data) como punto de partida en una tesitura en la que la responsabilidad ambiental ha pasado de ser un argumento de venta diferenciador a un requisito imprescindible para las empresas de la industria textil. Como consecuencia de este requisito, surgen nuevas dificultades en el ámbito de la sostenibilidad, como la sobreinformación, la ausencia de los propios datos, la falta de conocimiento o la ausencia de un marco legislativo.
En este contexto, el análisis de ciclo de vida (ACV) se desarrolla como la principal herramienta operativa para identificar, estudiar y evaluar los impactos ambientales asociados con la vida de un producto. Precisamente, esta metodología permite recabar los datos e información para habilitar la mejora de la cadena de valor, considerando el impacto generado a lo largo del ciclo de vida integral de los productos.
La metodología ACV
“El ACV es una herramienta de gestión medioambiental regulada por la norma ISO 14040 con la finalidad de determinar y cuantificar el impacto ambiental actual y potencial de un producto o proceso a lo largo de todo su ciclo de vida”, explicó García, profundizando en que “se define como la recopilación y evaluación de las entradas, resultados y los impactos ambientales potenciales de un sistema del producto durante su ciclo de vida”.
Entre las principales razones para llevar a cabo un análisis de ciclo de vida, la ponente destaca el desarrollo de productos con un menor impacto ambiental, identificando las etapas del ciclo de vida más nocivas para el planeta; la mejora de la eficiencia de la cadena de suministro, detectando el foco de riesgos ambientales; el potencial de reducir costes y mejorar la competitividad; la obtención de datos veraces que puedan usarse para comunicar efectivamente el compromiso ambiental de la empresa; y la anticipación y cumplimiento de requisitos legislativos.
“El ACV nos permite tener una discusión informada sobre sostenibilidad y emplear los datos de forma sistematizada. A través de métricas e indicadores de calidad podemos tomar decisiones responsables e implementar soluciones que aceleren la transición hacia la sostenibilidad”, afirmaba García.
La metodología ACV consta de tres partes obligatorias y una opcional: la definición de objetivos y alcance, el desarrollo del Inventario de Ciclo de Vida (ICV), la evaluación del Impacto del Ciclo de Vida (EICV), y la interpretación de los resultados.
Durante la primera etapa, el objetivo del estudio concreta la finalidad del análisis, las razones por las que se realiza, a quién va dirigido y la descripción del sistema que es preciso estudiar. El alcance del estudio delimita la amplitud, profundidad y detalle del estudio, estableciendo la función del sistema, la unidad funcional, los límites del sistema, los flujos ciclo de vida y las fuentes y calidad de los datos.
En la segunda etapa se recopilan los datos necesarios para la posterior evaluación medioambiental, identificando las entradas (consumo de agua, energía, materiales, etc.) y salidas (vertidos de agua, residuos, emisiones, etc.). Como hacía hincapié la ponente, “en este punto es clave una buena trazabilidad de la cadena de suministro, debemos saber a qué proveedor debemos o podemos pedirle el dato necesario. De no tener acceso a este dato, también sería posible el uso de bases de datos especializadas que recopilan este tipo de información”.
La tercera etapa permite transformar los datos del ICV en resultados de naturaleza ambiental. A través de la clasificación, caracterización y normalización, agrupación y ponderación, es posible evaluar los impactos medioambientales potenciales.
Con el fin de aplicar prácticamente esta metodología y comprender la parte operativa de la primera fase del ACV, el alumnado fue dividido en grupos para establecer un sistema para analizar, reflexionando sobre el número de proveedores y Tiers de proveedores implicados en la recopilación de datos; los impactos potenciales del producto seleccionado; o las características fundamentales de los datos necesarios.
Retos para la industria textil y futuras tendencias
Para finalizar la sesión, la ponente comentaba algunas de las limitaciones de esta metodología en su aplicación en la industria textil, como su complejidad, su ambición de ir más allá de la responsabilidad tradicional, o la necesidad de poseer un conocimiento integral de la cadena de suministro. Alguna de las tendencias que señalaba para el futuro son la ampliación de la visión en relación a los impactos vinculados al ciclo de vida de los productos, en particular las dimensiones social y económica, además de los sistemas y productos “de la cuna a la cuna”, como parte fundamental de la economía circular.
García cerraba la sesión con la siguiente reflexión: “Las marcas deben trabajar para crear valor desde un punto de vista ambiental, además de económico. Disponer de una visión integral de la cadena de valor favorecerá la identificación de aquellos procesos que están mermando la calidad ambiental de los productos de la industria textil y posibilitará la activación de medidas que beneficien el impacto de los negocios, así como su competitividad en el mercado”.
Alejandro Fernández Marzoa
Alumno de la duodécima edición del Curso de Especialización en Sostenibilidad e Innovación Social.